Parece que esta vez el invierno está
llegando para quedarse. Es hora de encender la chimenea o pegarse a los
radiadores bien alimentados por las calefacciones pero... ¿qué pasa ahí
fuera? ¿en la naturaleza? Pues desgraciadamente los animales muchas
veces han de soportar temperaturas muy poco agradables y lo solucionan
gracias a adaptaciones muchas veces curiosas e ingeniosas, si no que se
lo pregunten a los macacos japoneses de los que hablábamos en una
entrada reciente que aprovechaban las aguas termales para calentarse. No
vamos a encasillarnos en los macacos, ya hablamos de ellos y han
recibido de nuevo una merecida atención pero nos vamos a centrar en
otras adaptaciones al frío.
Por
lo general, un animal que detecte una pérdida de calor, erizará el pelaje o las plumas y se desplazará a un lugar más resguardado, con esto
consigue reducir la convección y la disipación de calor corporal por el
viento. Es lo que entre nosotros solemos decir "tienes piel de gallina"
o "tienes piel o carne de pollo" según los distintos lugares. Además
cuentan con unas gruesas capas aislantes de grasa subcutánea o de un
grueso pelaje o plumaje que los aisla del frío externo. Por si no fuera
poco el grosor de estas capas cambia según sea la estación del año,
ajustando la calidad del aislamiento de acuerdo con las necesidades del
animal.
El
párrafo anterior es una pincelada muy general, puesto que este tema da
para escribir un libro entero. Habrá más post entrando en detalle de
adaptaciones al frío. Pero hoy quiero centrarme en una de ellas. La de
un mamífero artiodáctilo que habita en Asia central. Se trata del saiga (saiga tatarica).
A todos nos habrán dicho alguna vez que es mejor respirar por la nariz
que por la boca, además de porque existen barreras dentro del aparato
nasal para retener posibles elementos perjudiciales (microorganismos,
bacterias, aeropartículas...), porque el aire se calienta en el
recorrido que traza hacia los pulmones. El saiga vive en estepas con un
marcado clima continental y árido, lo cual supone que en invierno tenga
que soportar un frío intenso y en verano, una temperatura muy elevada de
forma que el suelo está muy seco y se levanta mucho polvo. La evolución
ha dotado a los saigas de una curiosa y alargada nariz en forma de probóscide muy móvil que,
aunque no se sabe con certeza, se cree firmemente que supone una
adaptación que calienta el aire gélido del invierno y filtra el polvo en
verano.
El saiga (saiga tatarica), un artiodáctilo que le echa narices al frío. |
Ya
que estamos hablando de los saigas, no me resisto a poner otra
curiosidad sobre este animal lleno de sorpresas y es que tiene una
inmadurez muy poco duradera, es capaz de tener descendencia pasados sólo
los 8 meses de vida, pero todavía más increíble es que el primer parto
siempre está formado por gemelos, pero en todos los restantes parirán a una
única cría.
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